El amor perdido, doliente o dolido, no correspondido, o cualquiera de sus desventuradas versiones, no es más que un desolado paisaje de tintas que un día carecerán de sentido para aquél que las vertió y que, tarde o temprano, cobrarán vida en las lágrimas de alguien nuevamente herido.
Ayer volví de La Ciudad Encantada, como dice mi querido M., con quien parecía que cinco horas hablando de amores, desamores y relaciones aún no eran suficientes.
Mucha gente cree haber estado enamorada, pero el hecho de haber compartido parte de tu vida con alguien no tiene nada que ver con el amor. Si crees haber estado enamorado, no lo has estado nunca. Cuando te has enamorado, no cabe un ápice de duda. Porque todos esos poemas y películas románticas de las que siempre te has reído y ridiculizado, dejan de parecerte tontas, y sientes que describen tu situación al milímetro. Pero no hay que llevarse las manos a la cabeza. El amor no es un sentimiento. Es una simple reacción química, incontrolable, fuera del manejo de nuestro cerebro, puesto que de eso se trata. Esta reacción debe garantizar algo. Es mucho más básico, es el instinto de supervivencia, irresistible, implacable, animal. Mata tu capacidad de decisión, puesto que decidir lo contrario de lo que te indica tu instinto implica un gran sufrimiento.
Y si te toca, estás perdido. Si con suerte eres correspondido, es posible que el estado de atolondramiento te dure de varios meses a varios años. Pero si eres de los afortunados en el juego... Más te vale que puedas separar amor y sexo, si es que quieres comerte algo y no morir en el intento.
Próximamente mi teoría de por qué las extrañas parejas de hombres mayores y millonarios con jovencitas modelos o buscavidas tienen una explicación biológica. (Os come la curiosidad....?)
Homenaje a mi hermano J.